Premios y castigos en la etapa infantil
Premios y castigos en la etapa infantil:
Una guía práctica para padres y madres
El proceso educativo de un niño representa para los padres y educadores una tarea compleja cuya elaboración implica necesariamente una reflexión contínua por parte de aquéllos, para conseguir la adopción de buenas conductas por el niño, paulatinamente convertidas en hábitos y en un comportamiento estable. Los premios y castigos suelen constituir técnicas pedagógicas frecuentemente utilizadas por los referentes educativos en la educación del niño, para reforzar o modificar sus conductas. Positivos o negativos, materiales, sociales o afectivos, los premios y castigos pueden revestir numerosas formas y realizarse según procedimientos muy diversos pudiendo ser en ocasiones particularmente perjudiciales para el desarrollo cognitivo, social y emocional del niño.
Sin embargo, existen otras maneras más efectivas de reforzar comportamientos positivos o de extinguir conductas inadecuadas: en este artículo, se presentarán por consiguiente métodos pedagógicos alternativos permitiendo promover y desarrollar una educación positiva exenta de premios y castigos. Por otra parte, este artículo pretenderá recoger las principales precauciones y procedimientos que deberían ser respetados por los padres y educadores, en caso de que decidiesen optar por un sistema educativo basado parcialmente en premios y castigos.
La Disciplina Positiva
y el principio de las consecuencias
La Disciplina Positiva es una concepción educativa presente en diversas corrientes pedagógicas respetuosas, en particular en la Pedagogía Montessori. Basada en el impulso exploratorio del niño como fuente de autoafirmación y de autocorrección mediante el proceso de ensayo y error, la Disciplina Positiva se fundamenta en la creencia de que los errores constituyen procesos naturales en las diversas etapas de crecimiento del niño y oportunidades únicas para él de aprender y desarrollarse.
Como consecuencia, aquella visión pedagógica no concede a los premios y a los castigos el valor de reforzadores de la conducta y los obvia por consiguiente de su modelo de intervención, basando al contrario su acción educativa en el principio de las consecuencias, como implicaciones naturales o lógicas de los sucesos a los cuales se enfrenta el niño. Este principio que promueve la autosatisfacción y autodisciplina en el niño, permite resaltar las consecuencias de una acción, permitiéndole así entender de manera lógica las implicaciones que puede tener un determinado comportamiento.
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Las consecuencias naturales.
Se trata de explicar al niño las consecuencias que se derivarán naturalmente de su comportamiento (« Si no te comes el desayuno, tendrás hambre en la escuela », « Si dejas los rotuladores destapados, se secarán y no podrás dibujar de nuevo con ellos »).
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Las consecuencias lógicas.
No se trata de un castigo arbitrario que pretende rectificar una conducta pasada (y generalmente poco relacionado con el comportamiento inadecuado), sino al contrario una técnica estrechamente relacionada con el comportamiento inadecuado y basada en el comportamiento actual y futuro del niño (« Si tardas mucho tiempo en ponerte el pijama no tendremos tiempo para jugar antes de ir a dormir »).
A diferencia de los premios y castigos, la Disciplina Positiva y el principio de las consecuencias no implican juicios personales, sino que son basados en la lógica, en la comprensión y en el respeto mútuo. Conviene también recordar que hasta los 3 años, el niño se encuentra en el primer nivel de obediencia definido por María Montessori, en el cual todavía no es totalmente dueño de sus impulsos y acciones: como consecuencia, resulta perfectamente normal que obediencia y desobediencia se alternen continuamente durante este periodo.
La Disciplina Positiva constituye un justo equilibrio educativo, evitando a la vez el autoritarismo y la permisividad, y fijando al niño límites claros basados en el respeto (a las personas, a las cosas y al ambiente y entorno), dentro de los cuales puede evolucionar en libertad y desarrollar su capacidad de reflexión.
Conviene mencionar otros métodos que pueden permitir el desarrollo de una Disciplina Positiva en el hogar: por una parte, la creación de rutinas que securicen y ayuden al niño a orientar su comportamiento. Por otra parte, demostrar comprensión e indulgencia frente a los errores del niño, considerándolos como procesos naturales de su desarrollo cognitivo, psíquico y emocional. Resulta interesante poder pedir ayuda al niño en la resolución de los conflictos o en la modificación de conductas inapropiadas (« ¿Cómo podríamos solucionar eso?), u ofrecerle opciones limitadas (como recoger sus juguetes antes o después de la cena). Finalmente, conviene adoptar un papel reflexivo ante la presencia de conductas indeseadas, para buscar sus verdaderas causas y las alternativas de actuación para su modificación.
El uso de premios y castigos:
unas precauciones necesarias
Premios y castigos en la etapa infantil:
Una guía práctica para padres y madres
El proceso educativo de un niño representa para los padres y educadores una tarea compleja cuya elaboración implica necesariamente una reflexión contínua por parte de aquéllos, para conseguir la adopción de buenas conductas por el niño, paulatinamente convertidas en hábitos y en un comportamiento estable. Los premios y castigos suelen constituir técnicas pedagógicas frecuentemente utilizadas por los referentes educativos en la educación del niño, para reforzar o modificar sus conductas. Positivos o negativos, materiales, sociales o afectivos, los premios y castigos pueden revestir numerosas formas y realizarse según procedimientos muy diversos pudiendo ser en ocasiones particularmente perjudiciales para el desarrollo cognitivo, social y emocional del niño.
Sin embargo, existen otras maneras más efectivas de reforzar comportamientos positivos o de extinguir conductas inadecuadas: en este artículo, se presentarán por consiguiente métodos pedagógicos alternativos permitiendo promover y desarrollar una educación positiva exenta de premios y castigos. Por otra parte, este artículo pretenderá recoger las principales precauciones y procedimientos que deberían ser respetados por los padres y educadores, en caso de que decidiesen optar por un sistema educativo basado parcialmente en premios y castigos.
La Disciplina Positiva
y el principio de las consecuencias
La Disciplina Positiva es una concepción educativa presente en diversas corrientes pedagógicas respetuosas, en particular en la Pedagogía Montessori. Basada en el impulso exploratorio del niño como fuente de autoafirmación y de autocorrección mediante el proceso de ensayo y error, la Disciplina Positiva se fundamenta en la creencia de que los errores constituyen procesos naturales en las diversas etapas de crecimiento del niño y oportunidades únicas para él de aprender y desarrollarse.
Como consecuencia, aquella visión pedagógica no concede a los premios y a los castigos el valor de reforzadores de la conducta y los obvia por consiguiente de su modelo de intervención, basando al contrario su acción educativa en el principio de las consecuencias, como implicaciones naturales o lógicas de los sucesos a los cuales se enfrenta el niño. Este principio que promueve la autosatisfacción y autodisciplina en el niño, permite resaltar las consecuencias de una acción, permitiéndole así entender de manera lógica las implicaciones que puede tener un determinado comportamiento.
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Las consecuencias naturales.
Se trata de explicar al niño las consecuencias que se derivarán naturalmente de su comportamiento (« Si no te comes el desayuno, tendrás hambre en la escuela », « Si dejas los rotuladores destapados, se secarán y no podrás dibujar de nuevo con ellos »).
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Las consecuencias lógicas.
No se trata de un castigo arbitrario que pretende rectificar una conducta pasada (y generalmente poco relacionado con el comportamiento inadecuado), sino al contrario una técnica estrechamente relacionada con el comportamiento inadecuado y basada en el comportamiento actual y futuro del niño (« Si tardas mucho tiempo en ponerte el pijama no tendremos tiempo para jugar antes de ir a dormir »).
A diferencia de los premios y castigos, la Disciplina Positiva y el principio de las consecuencias no implican juicios personales, sino que son basados en la lógica, en la comprensión y en el respeto mútuo. Conviene también recordar que hasta los 3 años, el niño se encuentra en el primer nivel de obediencia definido por María Montessori, en el cual todavía no es totalmente dueño de sus impulsos y acciones: como consecuencia, resulta perfectamente normal que obediencia y desobediencia se alternen continuamente durante este periodo.
La Disciplina Positiva constituye un justo equilibrio educativo, evitando a la vez el autoritarismo y la permisividad, y fijando al niño límites claros basados en el respeto (a las personas, a las cosas y al ambiente y entorno), dentro de los cuales puede evolucionar en libertad y desarrollar su capacidad de reflexión.
Conviene mencionar otros métodos que pueden permitir el desarrollo de una Disciplina Positiva en el hogar: por una parte, la creación de rutinas que securicen y ayuden al niño a orientar su comportamiento. Por otra parte, demostrar comprensión e indulgencia frente a los errores del niño, considerándolos como procesos naturales de su desarrollo cognitivo, psíquico y emocional. Resulta interesante poder pedir ayuda al niño en la resolución de los conflictos o en la modificación de conductas inapropiadas (« ¿Cómo podríamos solucionar eso?), u ofrecerle opciones limitadas (como recoger sus juguetes antes o después de la cena). Finalmente, conviene adoptar un papel reflexivo ante la presencia de conductas indeseadas, para buscar sus verdaderas causas y las alternativas de actuación para su modificación.
El uso de premios y castigos:
unas precauciones necesarias
Si se decide recurrir a los premios y castigos en la educación del niño, conviene seguir y respetar una serie de precauciones que permitirán un uso más adecuado de aquellos recursos.
a. Premios
Existen diversas clases de premios que se pueden otorgar al niño después de una conducta que se pretende reforzar: materiales (juguetes, golosinas…), sociales (tiempo compartido, actividades en común…) o afectivos y emocionales (elogios, abrazos, manifestaciones de alegría…). Desde la perspectiva pedagógica, se recomienda unánimamente evitar absolutamente el uso de refuerzos materiales para modificar el comportamiento del niño, aquéllos siendo considerados como nefastos a su proceso de reflexión y de autonomía. Se deberían al contrario privilegiar los refuerzos inmateriales, en particular los afectivos, adoptando una actitud de aprobación, alegría y cariño frente a los comportamientos positivos que demuestre el niño, hasta que aquéllos se conviertan en un hábito establecido. Una voz suave, una mirada y una sonrisa constituyen la mejor manera de transmitirle nuestra aprobación, con tranquilidad y positividad.
Los premios deberían por otra parte ser formulados siempre de manera positiva: así, resulta más adecuado decir « Si te portas bien en la mesa, podremos jugar un ratito » que « si no te portas bien, no jugaremos ». De la misma manera, resulta interesante resaltar la temporalidad más que la condición, prefiriendo « Cuando acabes de comer, podremos jugar juntos » a « Si acabas de comer, podremos jugar juntos ».
Finalmente, resulta muy importante que los padres y educadores se centren en resaltar los buenos comportamientos del niño, ignorando sus conductas inadecuadas. Efectivamente, la atención recibida por el niño en caso de conducta inapropiada – aún bajo forma de castigos o reprimendas – está percibida por él como un premio, al ser muy importante la necesidad de atención de los niños en edades tempranas. La atención otorgada en aquellos contextos funciona por consiguiente como un reforzador de los comportamientos inadecuados y resulta entonces imprescindible evitarla para alcanzar su progresiva extinción. En caso de malos comportamientos (en particular a los 2 años de edad con la etapa del no y sus numerosas rabietas) y siempre que aquéllos no impliquen un peligro para el niño, se recomienda entonces evitar cualquier contacto con aquel, ya sea visual, táctil o comunicativo, hasta la finalización de la conducta.
b. Castigos
El uso del castigo como recurso educativo debería siempre tratar de evitarse, en la medida de lo posible, para permitir el desarrollo de una educación positiva. Aquella técnica educativa provoca reacciones emocionales negativas en el niño (rabia, miedo…), así como un posible sentimiento de rencor hacia quien lo aplica. El castigo está además considerado por numerosas corrientes pedagógicas como innecesario en la educación e inútil en la construcción de hábitos.
Sin embargo, en caso de que se decida finalmente recurrir a él, resulta imprescindible seguir una serie de precauciones que posibilitarán un uso más adecuado y menos perjudicial para el desarrollo del niño:
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Asegurarse de que el niño conozca las normas y los límites establecidos y las actitudes consideradas como apropiadas en cada situación, explicándole con claridad los comportamientos positivos que debería adoptar: resulta imprescindible asegurarse de que el niño sea consciente de la razón por la cual se le castiga y del comportamiento que se espera de él en esta situación
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Advertir al niño de las consecuencias o riesgos de su mal comportamiento
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Reprimendar siempre la conducta, no al niño (preferir « Te has portado mal » a « Qué malo eres »)
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No amenazar nunca con algo que no se cumplirá (así, si un padre decide amenazar a su hijo diciéndole que irá a la escuela en pijama si no se viste, debe estar convencido de que lo llevará así a la escuela)
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No reprimendar sobre cosas que no son realizadas por los propios referentes educativos, respetando el principio educativo de ejemplaridad: así, los referentes educativos no pueden exigir del niño que ordene sus juguetes si ellos adoptan comportamientos desordenados. De la misma manera, pedir a un niño que no tenga rabietas y discutir sin embargo en su presencia o sin motivos claros provocará una falta de resultados educativos
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Aplicar preferentemente castigos educativos (como el tiempo fuera, alejando al niño durante un número de minutos correspondiendo a su edad), evitando castigos privativos, en particular antes de los 3 años (como la retirada de un juguete)
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No castigar nunca con la comida o el sueño: constituyen hábitos saludables y necesidades básicas que el niño no debería asociar negativamente al castigo
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El castigo debería siempre ser reflexivo, medido, adaptado a la edad del niño y a la situación, de aplicación inmediata tras la conducta inadecuada (para permitir la asociación de la conducta inadecuada con el castigo, en particular en los primeros años de vida)
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El castigo no debe responder a un impulso o a una situación emocional interna de los padres o educadores, sino a una reflexión detenida y a una posterior decisión educativa clara
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Los castigos y las reprimendas no deberían ser realizados siempre por la misma persona, para evitar la construcción de una relación negativa o estricta con uno de los dos padres
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Es imprescindible el consenso entre los padres, para evitar desorientar al niño con actitudes contradictorias o cambiantes
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Las reprimendas deben ser realizadas coherentemente, un estado de ánimo positivo o negativo no debiendo nunca generar una mayor indulgencia o severidad por parte de los educadores y padres: la actitud adoptada frente a una misma conducta debe ser estable y sistemática
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El castigo no debe nunca ser humillante hacia el niño ni vengativo, ni implicar ningún daño físico o emocional
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El castigo no debe nunca hacer pensar al niño que podría perder el amor de sus padres o hacerle sentirse rechazado por ellos
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En edades tempranas, los niños son muy receptivos al tono de voz con el cual se les habla: se puede emplear un tono firme pero nunca levantar la voz, ya que los gritos o amenazas pueden tener repercusiones negativas en el desarrollo del sistema nervioso central del niño (en particular en las estructuras cerebrales responsables de la regulación emocional)