Importancia de la Inteligencia emocional
¿Qué es la inteligencia emocional?
Hoy en día, existen multitud de definiciones de Inteligencia Emocional en la red y cada vez, aparecen más estudiosos del tema que siguen aportando tantos matices a las descripciones anteriores que, en ocasiones, es difícil entenderlas.
Por esta razón, voy a simplificarlo a su mínima expresión. En una sola frase, sería “la capacidad de identificar y gestionar nuestras emociones”.
Tradicionalmente, la enseñanza se ha ocupado del ámbito cognitivo. En la actualidad, se preocupa por el desarrollo integral de la persona, incorporando el aspecto emocional.
Dentro de las competencias que favorecen el desarrollo de la inteligencia emocional, podemos nombrar como principales: el autoconocimiento, el autocontrol, la automotivación, la empatía y la comunicación.
El autoconocimiento es la facultad de conocerse a uno mismo, teniendo en cuenta nuestras posibilidades y limitaciones; y nuestras diferencias y similitudes con los demás. Dominar esta competencia nos ayuda a definir la imagen que tenemos de nosotros mismos de un modo más realista.
En el terreno emocional, el autoconocimiento implica reconocer nuestros sentimientos, ser conscientes de cómo afecta a nuestro estado de ánimo y, en consecuencia, en nuestra conducta.
El autocontrol es la habilidad de dominar nuestras emociones, comportamientos y deseos, no con el fin de reprimirlos, sino con el propósito de actuar de un modo consciente en la elección de nuestra respuesta. Se desarrolla a partir de los 6 años, pero podemos ir sentando las bases en edades más tempranas.
L a automotivación es la pericia de darse razones de peso a uno mismo para realizar una acción sin que nadie más lo estimule para realizarla. En la etapa de 0 a 3 años, niños y niñas sienten mucha curiosidad por el mundo que les rodea, sus ganas de aprender y experimentar son suficientes para emprender acciones. A partir de los 7 años, es aconsejable fomentar su autoconfianza, recompensar sus esfuerzos, alimentar sus intereses y darle oportunidades para que disfrute del éxito si vemos que les falta motivación.
La empatía es la capacidad de ponerse en el lugar del otro. Constituye una herramienta muy valiosa para establecer relaciones sociales sanas y satisfactorias porque permite salir del egocentrismo (una de las característica que presentan niñas y niños de la etapa infantil), lo que facilita el proceso de socialización.
Al actuar teniendo en cuenta a los demás, entendemos mejor cómo se sienten y nos da la posibilidad de regular nuestras interacciones. De este modo, haremos sentirles cómodos en nuestra compañía, seremos aceptados en nuestro grupo y aumentará nuestra autoestima.
La comunicación es un proceso a través del cual se emite y se recibe información. Además, contiene un valor social, pues a través de ella, intercambiamos opiniones y sentimientos con otras personas.
Si cultivamos la inteligencia emocional, entenderemos mejor el comportamiento de las personas de nuestro entorno y aprenderemos cómo debemos dirigirnos a ellas.
Importancia de la Inteligencia emocional
Las emociones son las reacciones que manifestamos ante una persona, lugar, situación, etc. Son utilizadas para encontrar nuestro hueco en el medio que nos rodea, por ello, nos acercamos o alejamos de una persona, lugar, idea… dependiendo de lo que nos haga sentir.
Gestionar nuestras emociones nos permite controlar nuestras acciones. Gracias al desarrollo emocional, el niño y la niña construyen su identidad, autoestima, seguridad y confianza.
Por esta razón, favorecer el crecimiento de la inteligencia emocional les ayudará a enfrentarse del modo más adecuado a las dificultades que encontrarán a lo largo de su vida. Además, constituye un medio eficaz para prevenir situaciones de estrés, agresividad o, incluso, depresión.
Existen estudios científicos que avalan la idea de que la inteligencia emocional no sólo influye en las conductas de comportamiento, también afecta al rendimiento académico: Chen, Ruben y Li (1995); y Haynes, Norris y Kashy (1996), por citar algunos.
En el año 2001, Natalio Extremera y Pablo Fernández-Berrocal llevaron a cabo un estudio en dos institutos de Málaga. Llegaron a la conclusión de que los alumnos y alumnas que poseían la capacidad de conocerse a sí mismo y actuar en consecuencia, gozaban de un equilibrio psicológico que realmente incide sobre el rendimiento académico tal como demostraron estudios anteriores.
Es decir, una persona con desajustes emocionales, escasas habilidades o problemas de aprendizaje, es más propensa a sufrir estrés, frustración o ira. Por lo tanto, desarrollar su inteligencia emocional puede ayudarles a vencer estas dificultades.